Por periodo vacacional de la UNAM, el museo permanecerá cerrado del 25 de marzo al 1 de abril.
Reanudamos actividades el martes 2 de abril en horario habitual.

Transmisión a 340 m/s por ansible

Nocturno de la Estatua


a Agustín Lazo

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera

y el grito de la estatua desdoblando la esquina.

Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,

querer tocar el grito y sólo hallar el eco,

querer asir el eco y encontrar sólo el muro

y correr hacia el muro y tocar un espejo.

Hallar en el espejo la estatua asesinada,

sacarla de la sangre de su sombra,

vestirla en un cerrar de ojos,

acariciarla como a una hermana imprevista

y jugar con las fichas de sus dedos

y contar a su oreja cien veces cien cien veces

hasta oírla decir: “estoy muerta de sueño“.

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Espectro: resonancia

Con regularidad pensamos en los ecos como esa repetición de sonidos reflejados por un cuerpo duro que se silencia conforme pasa el tiempo; sin embargo, quizá no lo hacemos tanto como las huellas de las relaciones que entablamos con otros, humanos, no-humanos, materias vibrantes[1] aparentemente inertes e inconsecuentes y que, no obstante, ejercen su propia agencia en nosotros, nos tocan y se nos quedan sus rastros tanto como al tocarlos les dejamos los nuestros.

        Pensando con Donna Haraway y su idea de sympoiésis  —un concepto que describe sistemas complejos, dinámicos, receptivos, situados, históricos; una palabra para hacer-mundo-en compañía—,[2] los ecos de nuestros vínculos revelan el rastro de nuestras relaciones sympoiéticas, son la reverberación en nuestros cuerpos de los mundos que hemos creado y creamos, siempre en compañía.

        Así como los ecos de esas relaciones, que se registran en nuestra corporalidad, en nuestra materialidad, los ecos de nuestro paso por el mundo quedan grabados en él, en cierta medida, conforme lo recorremos.  En este sentido, podemos decir que un lugar es más un evento que una cosa  —ya que cada lugar toma las cualidades de sus ocupantes y las refleja en su propia constitución al expresarlas en su ocurrencia como un evento—, los lugares no sólo son, sino que pasan.[3] Y ese acontecer emerge en compañía de las entidades que los ocupan, de los materiales que los componen, tanto como nos ocurre a nosotros, a nuestros cuerpos, con los espacios que habitamos y las presencias y ausencias de las que estamos rodeados y que nos atraviesan.

        Siguiendo la trama, entonces, de lo que significa el acontecer de un sitio como el Museo Experimental el Eco, que ha demostrado ser en sí mismo, en más de un sentido, un proceso dinámico y fluido, con diferentes caras en el correr del tiempo, abierto, sin fronteras contundentes, en relación sympoiética con las entidades que lo son y lo ocupan, humanas y no, parece imposible —más en la era y en el país que vivimos— no pensar en los fantasmas, no sólo de todo aquello que hemos perdido, sino también de todo lo que imaginamos y ya no será. Así, pensando en las presencias que habitan el museo, las ausencias que aún se sienten, El Eco se muestra como un lugar propicio para eso que Jacques Derrida llamó hauntologie o fantología, es decir, la ontología de lo fantasmal: un lugar en el que el tiempo está dislocado y en el que justo por eso se manifiesta todo aquello-que-ya-ha-sido, pero también aquello-que-se-imaginó-y-no-fue, así como todo-lo-que-aún-está-por-venir. Estos espectros que nos habitan y nos circundan están saturados de emociones que trabajan «a través de signos y sobre cuerpos para materializar las superficies que se viven como mundos»,[4] como nos dice Sara Ahmed en La política cultural de las emociones.

        Con estos piensos en común, tramando en complicidad sympoiética ecoica con las cumularias Martha Riva Palacio Obón (MRPO) —quien además se encargó de la curaduría sonora—, Libia Brenda (LB), Gabriela Damián Miravete (GDM) y quien teclea estas líneas creamos Transmisión a 340 m/s por ansible, proyección fantasmagórica y rizomática de ficciones ancladas a seis nodos temporales desarrollados a partir de 1953, en los que por medio de ucronías, especulaciones y estampas emocionales dialogamos (y jugamos)  con intertextos de Ahmed y con el poema de Xavier Villaurrutia «Nocturno de la estatua», la puerta de entrada a esta pequeña caja de resonancias.

        El resultado de este entramado conjunto es un espacio virtual o quizá un tiempo o, mejor aún, ambas cosas a la vez y ninguna, en el que esperamos quienes lo recorran y lo habiten, experimenten las emociones que emergen al resonar con otros, con otras, con nosotras, con los otros-otros, con las otras-otras, con quienes ya se han ido, con quienes existieron sólo en nuestras mentes, con los lugares que nos conforman también al recorrerlos, con los elementos que componen el cuerpo del planeta del que somos; porque los ecos de esas experiencias y esas sendas caminadas están grabados también en nuestros cuerpos. Quizá, de cierta forma pensando con Goeritz, esto(s) nuestro(s) GRITO(S) busca(n) tener su(s) ECO(S).

Analía Ferreyra Carreres

Esta entrega forma parte de la Re_vista 04 del Museo Experimental el Eco, editada por Analía Ferreyra Carreres en colaboración con Libia Brenda, Martha Riva Palacio Obón y Gabriela Damián Miravete. Es una invitación realizada por Begoña Inchaurrandieta.

*Imágenes, GIF y piezas sonoras cortesía de Martha Riva Palacio Obón. 

*“Soñarán en el jardín”, GIF de Martha Riva Palacio Obón, basado en el cuento del mismo título de Gabriela Damián Miravete.

Consulta la versión PDF de Transmisión a 340 m/s por ansible

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Libia Brenda
Editora, escritora y traductora. Ha participado en varios proyectos independientes, la mayoría relacionados con la ciencia ficción, la literatura fantástica y especulativa (se considera una nerd, básicamente). Escribe ficción especulativa y ha publicado varios cuentos en distintas revistas y antologías; su trabajo ha sido traducido al italiano, al inglés y al portugués. Es una de las cofundadoras del Cúmulo de Tesla, un colectivo multidisciplinario que promueve el diálogo entre arte y ciencia, con un especial énfasis en la ciencia ficción; y de la Mexicona: imaginación y futuro, una serie de conversaciones sobre el futuro y los géneros especulativos en el mundo de habla hispana, desde México y otros planetas. En 2018 formó parte de la Mexicanx Initiative, editó A Larger Reality/Una realidad más amplia y gracias a eso se convirtió en la primera mujer mexicana en obtener una nominación a un Premio Hugo. A raíz de eso, se emocionó tanto que editó un proyecto híbrido y bilingüe de ciencia ficción: Un universo en el que no nos extinguimos, Una realidad más amplia 2.0. Antología que es también un videojuego (tipo MUD) y puede descargarse, jugarse y leerse gratis. En noviembre de 2020 editó el Número Especial de México para Strange Horizons.

Martha Riva Palacio Obón
Artista sonora y autora mexicana, parte del colectivo de arte, literatura y ciencia, Cúmulo de Tesla. Estudió psicología y artes visuales. Sus piezas sonoras se han presentado en espacios como Festival Tsonami, Radiophrenia y las conferencias mundiales del Foro Mundial de Ecología Acústica. Entre su obra publicada se encuentran Biografía de las Algas (Strange Horizons), Orfeo (FCE) y Frecuencia Júpiter (SM). En 2020 obtuvo la beca Otherwise con su proyecto interdisciplinario Seguir grillos por la casa.

Gabriela Damián Miravete
Nació en Ciudad de México. Forma parte del programa internacional de escritura Under the Volcano y de la convención mundial de ficción especulativa FutureCon. Es cofundadora del colectivo de arte y ciencia Cúmulo de Tesla, del Encuentro de Escritoras y Cuidados, y de la Mexicona, festival de literatura especulativa en español. Sus historias han sido publicadas y traducidas al inglés, francés e italiano en volúmenes como Three Messages and a Warning (antología finalista del World Fantasy Award) y Una realidad más amplia / A Larger Reality, parte de The Mexicanx Initiative Scrapbook, proyecto finalista de los premios Hugo. Fue ganadora del premio James Tiptree, Jr. (hoy premio Otherwise) por “Soñarán en el jardín”, historia sobre un México futuro en el que los feminicidios no existen más. La encuentran en @gabrielintica (TW).

Analía Ferreyra Carreres
Editora, traductora, escritora y docente. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM, el diplomado de escritura creativa de la Sogem y obtuvo el grado de maestra en Literatura, Cultura y Medios (con especialidad en español) por la Universidad de Lund en Suecia con su tesis Cartografías líquidas: violencia en cinco cuentos latinoamericanos contemporáneos. Sus textos han aparecido en revistas y periódicos de circulación nacional, así como en publicaciones en Centroamérica y Europa, tanto físicas como digitales; es coautora del libro A mí no me va a pasar. Cómo entender la trata de personas desde sus historias (2015). Sus líneas de investigación e interés están relacionadas con la literatura escrita por mujeres en Latinoamérica, las narrativas especulativas y  las ideas poshumanistas y neomaterialistas. 


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