Por periodo vacacional de la UNAM, el museo permanecerá cerrado del 25 de marzo al 1 de abril.
Reanudamos actividades el martes 2 de abril en horario habitual.

Objetivo no sujeto

Texto de artista
5 marzo, 2014

La vida sin música no es vida. Conocí a un compositor que charlaba sobre cine documental. Refiriéndose a la música, dijo: “No puedo decir qué es porque tendría que usar palabras”. La frase sonaba bien, pero no habló más. Por lo que a mí respecta, tampoco puedo decir qué es el arte, aunque intuyo que Guillermo Santamarina, por medio de su Many Rivers to Cross (quesito), buscaba acercarse, cruzar un puente. Estoy en la exposición Sujeto no objetivo del Museo Experimental el Eco, en la sala donde Santamarina instaló el dibujo de una serpiente bípeda utilizando 4,500 LPs. “Casi un tercio de su colección completa”, aclaró durante mi visita David Miranda, curador del museo. La pieza, construida con una serie de contenedores de madera y metal, recorre la confluencia de múltiples corrientes sonoras en el cuerpo del reptil. El río serpiente tiene dos cursos que forman un tercero. En su cauce, las distancias entre el nacimiento y la desembocadura no se descubren con claridad, es decir, no sé dónde nace ni hacia dónde me lleva el caudal. Lo único que me intriga es recorrerlo. Paso varios días ahí, a distintas horas, deslizándome sobre los afluentes de ese río sonoro. Hay secciones que provienen de áreas elevadas convirtiéndose en torrentes; otras forman islas y meandros, acarrean sonidos, palabras. Su dinámica del tiempo es elástica, hay deltas y estuarios que me dejan por completo absorto en la pieza. Inevitablemente la pienso como un dibujo. 

Comienzo a entender la música sobre el lomo de la serpiente. Los sonidos se estiran y ocultan. No es posible atravesar el río si no puedo sumergirme en su tiempo. Encuentro una sección con discos de velocidades instantáneas, directos, crudos, que transportan una cantidad feroz de sonidos. Una chica con gorro de ratita está sentada en la sala, pincha en una tornamesa los discos que desea, y acepta pinchar también los que llaman mi atención. El cuerpo de la serpiente parece seccionarse al infinito, hay flujos que se expanden y saltan a otras partes de su cuerpo. La ratita ríe mientras escucha una rola. Es una dj perfecta.

El tiempo pasea por las canciones de los vinilos. La verdadera superficie del río serpiente es el espacio, aparentemente oculto, que trazan las estrías de almacenamiento sónico. Es un dibujo en espiral que comienza en la periferia de los discos y se acerca a sus centros. La espiral está más presente que cualquier otra cosa en la sala. Un audiófilo lo descubre al instante. La ratita dj se mueve en ese territorio esgrafiado, recolecta y produce las vibraciones del roce entre los vinilos y la aguja. 

Hay preguntas que crean misterios. ¿Cuál es la función de este Many rivers to cross? La ratita dj arruga la nariz mientras alcanzo un grupo de discos brasileños. El (quesito) me queda perfectamente claro. Si me alejo lo suficiente del tiempo y del sonido, comienzo a fijarme en el movimiento de la espiral. El cuerpo de la serpiente no es estático, está hecho de anillos. Pareciera que está ahí como una isla inamovible, aunque en realidad se desordena, se traslada. Dentro y fuera, dentro y fuera. Los discos nunca están en el mismo sitio, al igual que el agua de un río nunca es la misma para el que se baña en él. 

Los objetos parecen moverse solos. Ésa es la estrategia en la sala de El Eco. Nadie puede sumergirse dos veces en el mismo río, parece repetir “El oscuro” enterrado hasta el cuello, mientras se escucha el A Tábua Esmeralda, de Jorge Ben. Discazo. De pronto, descubro con sorpresa un álbum oriental: Sun Bear Concerts. Piano Solo. Recorded in Japan. Lo había visto anteriormente en la intersección de los afluentes, hacia la desembocadura. Sospecho que la ratita dj lo colocó ahí, entre los anillos sónicos de Dorival Caymmi y el A Bossa Negra, de Elza Soares. Pero no estoy seguro. Para confirmar la transformación pongo el disco sobre el cuerpo de la serpiente y lo abro de par en par. Se divide en cinco secciones: “Kyoto”, “Osaka”, “Nagoya”, “Tokyo”, “Sapporo”. Y éstas, a su vez, en “Side 1”, “Side 2”, “Side 3”, “Side 4”. El volumen contiene fotografías en blanco y negro de paisajes nevados y personas, situaciones en las calles, alguien recorriendo las líneas del pavimento, edificios entre la niebla, una mujer sentada en una esquina sostiene un bastón que parece una aguja pincha discos… ¡Divisiones entre divisiones! En realidad, el río serpiente es un flujo interminable de anillos en espiral. Su cuerpo se sale del cauce. 

Un sistema sin objetivos donde se percibe la claridad, los cambios y sus movimientos. ¿De eso se trata Many Rivers to Cross (quesito)? ¿Una obra sin objetivo o, sin función? Tal vez la función del arte sea llegar precisamente a esa pregunta. Me atrae la idea del río serpenteante que son muchos ríos. Aunque lo que realmente me fascina es el misterio que implica mirarlos y escucharlos, pensar que estos 4,500 discos forman una obra de arte. Los sonidos de muchos lugares y épocas parecen desdibujar la sala. La línea divisoria entre arte y vida se esfuma mientras Jorge Ben canta Errare Humanum Est. Estoy seguro de que en algún momento Santamarina pensó que la vida sin música sería un error. Eso podría ser un puente sobre el río. Aunque también creo lo contrario: no hay puentes ni fronteras ni música que hagan valer la pena vivir. No existe el arte, sólo la idea de frontera. La música de la calle comienza a sonar muy fuerte: “¡La vida!, ¡la vida!, ¡la vida, qué es la vida! ¡En tratar de entenderla, se nos va la propia vida!”. La ratita dj suelta un gruñido bajo su gorro con orejas, pasa rápidamente las páginas de una revista. 

Todo está pasando y nada pasa. Encuentro un pequeño escrito en la pared: El reto de conocer TODA la música determina un quizá interminable tránsito por ríos de sonido, de palabras, de órdenes poéticos, de pronunciamientos políticos, de ilusiones místicas, de anuncios religiosos, de inquietudes eróticas, de fantasía, de desilusión, de resignaciones en la soledad, de puente de relación entre dos, de comunidad, de creación colectiva, de magia, de negocio pleno, de conquista de lo absurdo y de lo imposible. 

La Ciudad de México es una aguja en la espiral de mi estómago. Afuera, las calles se mueven como otra gigantesca culebra. También seccionada al infinito, resuena como un millón de ríos corriendo a la par. Edu Lobo pronuncia las primeras notas de Crystal Illusions y caigo en un sueño leve, una especie de hueva febril, como si fuera un pájaro o una hamaca bajo la brisa. La ratita dj se balancea delicadamente en su lugar. ¿Qué importancia tiene que este río serpiente sea llamado arte o no? Los días espléndidos se construyen de cosas sencillas. ¡La música! Puedo mecerme en la hamaca de pájaro hasta permitir al mundo mecerse sobre mí. Entonces todos los puentes se cruzan, los paisajes nevados, los discos japoneses, el rostro de Billie Holiday que sobresale de un segmento en la serpiente y dispara: “Strange Fruit”, Danny O’Keefe, Can, The Byrds, Gilberto Gil, Mississippi Fred McDowell… 

¿El arte es el reflejo de su realidad? Tengo los pies entumidos. He pasado la mañana caminando por este río que no acaba. La aguja de la ciudad hace vibrar mi estómago de nuevo. La ratita dj cuelga sus orejas en un gancho. Tiene un corazón transparente tatuado en el brazo. Cuando el corazón se pincha es buena señal. Hay un disco sonando ahí. Pero no es una aguja, es la distancia en espiral que he recorrido en la sala. Salgo a la calle y subo a un taxi para calmar el vértigo. Miro los hilos telefónicos, los hilos del paisaje, los hilos negros de la ciudad. La vida es un documental que se repite. En la cabeza llevo aún las notas brasileñas mientras los pájaros anidan en los cables. 

La no ficción, dice Jonathan Franzen, se parece al avistamiento de pájaros: si esperas lo suficiente, entonces aparece la historia. Llego a casa y enciendo la televisión para ver un video de 1959. Un presentador fuma y saluda al público. Vamos a recibir a nuestro próximo invitado, dice animadamente. ¿Por favor, puede usted entrar? Un hombre bien vestido aparece detrás del telón y el presentador lo saluda con el cigarro en la boca, le da la mano. ¿Nos podría decir por favor cuál es su nombre y de dónde es usted? El hombre sonríe como si despertara de un sueño. Mi nombre es John y soy de Stony Point, Nueva York. El presentador comienza a leer una carpeta: el señor Cage es músico y compositor, imparte un curso de música en la New School de Nueva York. Señor Cage, ahora ¿puede decirme en secreto lo que tiene usted preparado ahí detrás? El señor Cage se acerca y habla al oído del presentador. Aparecen frases en la pantalla del televisor: I’m going to perform one of my musical compositions. Aplausos. Ajá, muy interesante, dice el presentador. Pero debe de haber algo más. El señor Cage vuelve a hablarle al oído. The instruments I will use: a water pitcher, an iron pipe, a goose called a bottle of wine, an electric mixer, a whistle, a sprinkling can ice cubes, 2 cymbals, a mechanical fish , a quail called a rubber duck , a tape recorder, a base of roses, a seltzer siphon , 5 radios, a bathtub, and a GRAND PIANO[1] ¡Aplausos fuertes! El señor Cage es probablemente la figura más controvertida del mundo de la música actual, agrega el presentador. Y cuando oigan su interpretación, si usted me lo permite, entenderán por qué. 

¿Y qué pasa con las radios? ¿Funcionan o no?, pregunta de improviso. El señor Cage responde con las manos cruzadas. Ya me he encargado de eso. Es música experimental. El presentador voltea a ver al público. ¿Nos puede contar por qué considera música lo que vamos a escuchar? El señor Cage responde tranquilo. Pienso que la música es la producción de sonido, y ya que en la pieza que van a oír produzco sonido, lo llamaré música. El presentador, refiriéndose al público en el foro, le advierte: para serle sincero, señor Cage, éstas son personas agradables, pero alguno de ellos puede que se ría. ¿Qué le parece eso? Muy bien, responde el señor Cage, considero las risas preferibles a las lágrimas. ¡Risas y aplausos prolongados! El señor Cage ha pensado tocar esta pieza de forma distinta a como estaba escrita, continúa el presentador, porque unas horas antes de esta emisión ha habido un dilema entre dos sindicatos sobre quién tiene la jurisdicción para ser sintonizado en las 5 radios. No se ha resuelto aún, así que el señor Cage ha pensado hacer esto… El señor Cage tose y sonríe llevándose la mano a la boca. Es un caballero …ya que los sindicatos podrían terminar resolviéndolo de una forma que nadie podría adivinar… El señor Cage toma la palabra en un segundo …así que he decidido que, en lugar de encender las cinco radios, que es lo que haría normalmente, las golpearé en la parte de arriba, lo que producirá sonido a veces. Luego, para apagarlas, las tiraré de la gran parte del fondo sonoro. También trabaja con un cronómetro. La razón por la que lo hace es que los sonidos no son accidentales en su orden. Cada uno tiene que sonar matemáticamente en un punto preciso, por eso mira el reloj en todo momento. Él se lo toma en serio; yo creo que es interesante. Si a ustedes les divierte, pueden reír; si les gusta, pueden comprar el disco. El señor Cage asiente con la cabeza desde el fondo del foro. El presentador se retira y anuncia: ¡John Cage y Water Walk! Después, sólo sonidos y juego. Los movimientos del señor Cage son los de un mago serio y preciso. Malabarista de un tiempo matemático. Un espejo refleja las cuerdas del piano sobre las que coloca el pez mecánico. Camina alrededor de una tina con agua, va de un lado a otro accionando los objetos, mirando su cronómetro y bebiendo una soda. Transcurren cinco minutos. El público no para de reír. 

De entre los modos de producción habituales en el arte contemporáneo, abunda el préstamo indefinido. Los hilos de la música y la experiencia artística son espacios-tiempo en los que uno puede ver con claridad lo que sucederá en el mundo. El arte es el déjà vu al revés. Sólo es necesario un abismo para saltar en él. 

Aunque los amigos siempre ponen una red en el vacío … Al siguiente día regreso a la sala del río serpiente. Sé el camino de memoria hacia el (quesito). Esta vez no hay nadie, ningún visitante. “Ni sus luces” pienso refiriéndome a la ratita dj. Un mandala luminoso se enciende y apaga de acuerdo con algún dispositivo secreto. Me detengo en los anillos de folclor latinoamericano. Música desconocida para mí. No es tarde para empezar a coleccionar discos. La aventura nunca llega puntualmente. 

Encuentro otro fragmento de mesa. El presentador responde con un gesto de extrañeza. ¡Estoy contigo chico! ¡Veamos estos instrumentos! Enseguida se abre el telón detrás de ellos y aparecen los objetos. Un micrófono baja lentamente sobre el foro. El título de la composición es… ¿cuál señor Cage? Water Walk, contesta, porque incluye agua y porque camino durante la interpretación. Silencio. Hay dos cosas que quiero destacar, añade el presentador. Aquí el señor Cage tiene un magnetófono que generará texto sobre el muro: La instalación vincula también el escenario de una tienda de discos aprovechada para el análisis, la ilimitada operación taxonómica, la conversación especializada, pero también el jolgorio, el baile y la diseminación de emociones. ¿Hasta dónde llegarán los hilos? La sala permanece vacía, los gorros con orejas cuelgan del muro como caricaturas. Las resignaciones en la soledad. Sí. Y también la soledad de los discos sin pinchar. El silencio es música. La mañana transcurre solitaria entre los Many rivers to cross. Alguien llega y anuncia que cerrarán la sala. 

Pasé medio domingo sin saber que era domingo, qué belleza … Salgo del museo a las calles solitarias. En cada paso siento una distancia que imposibilita el regreso. Tiempo después, aquel sitio de ríos sonoros sería destruido con un mazo por Santamarina. No hay puentes para cruzar.

Guillermo Santamarina en colaboración con David Miranda, Many Rivers to Cross (quesito), 2014. Detalle. Páginas 14-15: Guillermo Santamarina en colaboración con Alfredo Martínez, Juan Pablo Villegas y otros, Washington Phillips, 2014. 

Guillermo Santamarina en colaboración con David Miranda, Many Rivers to Cross (quesito), 2014.

PJohn Cage, Water Walk, 1960. Fotograma. 


Objetivo no sujeto