La pesca del día
Wolf von Kries
Abril 17 – Agosto 02, 2015
Curaduría: Mauricio Marcin

Imaginemos una posible historia de las transformaciones de la materia entre infinitas variables.

Una piedra sobre otra piedra: una pirámide.
Una pirámide cubierta por hierbas silvestres: un monte.
Una cubeta con agua: un recipiente.
Un recipiente lleno de cemento que aparta un lugar en la calle: un estorbo.

Tras seis semanas de residencia en la ciudad de México, Wolf von Kries exhibe el resultado inestable de sus experimentos. Pensamientos y objetos, dispuestos ahora en el museo, recogidos durante extensas caminatas errantes siguiendo las grietas en las aceras que causan los movimientos tectónicos, el hundimiento constante de la tierra o las raíces que rompen el concreto. Una se extiende a la siguiente y a la otra para formar una rejilla de placas sueltas.

Los objetos en esta exhibición son reconfiguraciones y manipulaciones que no pretenden petrificarse, no están paralizados ni fijos y continuarán el perpetuo proceso de la materia. En este devenir se puede observar en una piedra nada más que una piedra, se pueden percibir en la piedra las capas geológicas, el tiempo acumulado y en ellas la reflexión del cosmos.

En la técnica japonesa del Kintsugi las fisuras en una vasija se rellenan con barniz de resina espolvoreado con oro. Las grietas no son tratadas como un defecto en la vasija y evidencian su transitoriedad.

Hay similaridades en la forma en la que Wolf von Kries media con su entorno y la forma en la que ha concebido esta exhibición. Vagabundear por la ciudad sin meta ni destino, enmendar un hoyo en una falda, romper un guacal en pedazos o dibujar líneas en un trozo de papel hasta que se torna negro, no difiere de pasar el día en una banca de una plaza pública, mirar el tráfico, a la gente paseando o descansando, o a los pájaros y otros animales viviendo sus vidas. Siempre hay algo sucediendo y sucede más cuando en apariencia nada sucede. Las acciones e inacciones de Wolf von Kries proponen superar las oposiciones culturales entre lo ordinario y lo extraordinario y entre el trabajo y el ocio. Mejor, una actividad magmática, una danza de átomos en el vacío.

Si quieren saber qué son estas creaciones, no obtendrán aquí respuesta. No se les indicará qué pensar ni sentir. Los objetos no son cubetas ni ramas. Tampoco son una metáfora de la ciudad y sus tramas, o de las construcciones de rascacielos que proliferan ni de los especuladores inmobiliarios que reforman barrios enteros, ni de las personas que reclaman los intersticios y luchan por lotes temporales que les permiten existir. No pretenden responder hacia dónde se dirige esta megalópolis ni indagar las consecuencias de su hipercrecimiento en nosotros, sus habitantes. Sin embargo hacen eco de estos acuerdos fugaces y algún sentido podría cristalizarse a partir del ruido para disolverse de nuevo en él. Como una respiración constante o una ciudad que palpita.

Mauricio Marcin