C R O N O B O R O S
En la antigüedad se entendía el cosmos como un todo en constante cambio, en un flujo de movimiento que iba de la vida a la muerte, de la muerte a la vida. Las culturas de la humanidad, asombradas por los procesos naturales del cambio, recurrieron a unidades simples de significado que representaran las transformaciones: los símbolos. El símbolo de la serpiente, Ouroboros, ha sido uno de los más frecuentes, pues está presente en casi todas las civilizaciones y tiempos, teniendo así una multiplicidad de significados que remiten a la diversidad de características que posee; por ejemplo, su avance reptante, su asociación formal a las raíces y ramas de los árboles, su lengua bífida, entre otras. Particularmente, la capacidad para cambiar de piel es uno de sus rasgos más enigmáticos, pues representa el proceso de muerte y vida, de tránsito entre lo viejo y lo nuevo, e inclusive de lo que se niega y se despoja para pasar a un nuevo momento, uno positivo.
Si bien la transformación está presente en todo lo que nos rodea, existe una asimetría entre el tiempo en el que se desenvuelve la naturaleza contra el ritmo exigido por las formas actuales de la vida humana, que provocan no solo que los fenómenos naturales sean invisibilizados y desapercibidos, sino también un desbalance con inminentes repercusiones.
Cronoboros (palabra compuesta por cronos y por el símbolo mítico Ouroboros), propone generar un espacio que celebre la transformación y la temporalidad como características inherentes a la naturaleza y su enlace con la vida humana a través de la contemplación y la expresión artística. Para este fin, convierte el patio en un espejo de agua y rocas en el que, tanto las partes que conforman el sitio (muros y torre) como también los elementos circundantes que a veces pasan desapercibidos como la jacaranda, el cielo, el sol, puedan ser reflejados en una imagen que hace eco de sus formas y colores. De manera similar la presencia del viento se visualiza en el movimiento del agua. La imagen, al estar reflejada, constituye la condición de posibilidad de visibilizar el agua misma, pues ¿qué sería del agua si no reflejara nada?
En el espacio del pabellón se evidencia la imposibilidad de un caminar sin una reacción, sin una huella; cuestionando la importancia del efecto de nuestras acciones; puesto que en cada transformación algo nuevo puede ser creado pero también destruido. Nuestro caminar adquiere relevancia y plantea así una reflexión sobre qué tipo de nuevos trazos imaginamos con nuestro próximo andar.
Felipe Lanz García y TANAT
Créditos de video:
Dirección:
Andrés Arochi
Intervención arquitectónica y concepto:
TANAT
Performance:
Galia Eibenschutz
Producción:
Andrés Arochi / Juan Sarquis
Director de fotografía:
Galo Olivares
Música original:
Diego Lozano
Edición y post producción:
Sergio Beltrán-García
Sonido:
Arturo Salazar
Coordinación de producción:
Lorena Boy
Vestuario:
* Jimena Fernández
Corrección de color:
Mike Rossiter
Sonido directo y Diseño sonoro:
Arturo “Frosty” Salazar
Foleys:
María Alejandra Rojas / Arantxa Oliver
Mezcla:
Sebastián Lechuga
* Fé de erratas. En el video aparece como Claudia Fernández. Estamos trabajando en los cambios correspondientes.