Proyecto ganador: El Eco de un Pasillo
propuesto por el estudio Mendiola Arregui
En palabras del jurado:
“El proyecto responde con contundencia al planteamiento curatorial Invariables habitables y establece un diálogo reflexivo con la arquitectura de Mathias Goeritz. Mediante elementos arquitectónicos simples, el proyecto trama un recorrido, enmarca vistas y delimita espacios sugerentes. Es resultado de una reflexión sobre la capacidad de la arquitectura de despertar la imaginación y provocar emociones.”

El Eco de un Pasillo
por Mendiola Arregui
La arquitectura ordinaria puede crear espacios que despierten emociones profundas. El pasillo de acceso, como dijo Mathias Goeritz, es un puro acto de expresión emocional.
Nuestra propuesta es replicar los muros que conforman el pasillo de ingreso en el patio del museo, seccionando y generando un nuevo espacio. Aunque la geometría y el trazo de los muros permanecen iguales, la experiencia que se genera es completamente distinta.
El pasillo que conduce al nuevo patio es un recorrido íntimo y privado, que invita a dejar atrás el bullicio y sumergirse en una experiencia más personal y recogida. La perspectiva genera una sensación de anticipación y descubrimiento, a medida que se avanza por el pasillo el espacio se vuelve cada vez más íntimo y aislado, creando una conexión directa con el patio que se revela como un oasis privado y exclusivo separado del resto del museo.
Los patios albergan posibles programas que pueden ser privados y contemplativos o ser espacios públicos para exhibir y compartir. La propuesta también acentúa la importancia del tótem, trasladando su geometría y tomando una nueva escala generando una banca que permite evidenciar sus dimensiones y proporción.
La arquitectura ordinaria puede transformarse en una obra que despierte sentimientos y emociones en aquellos que la experimentan. Aquí es donde lo íntimo y privado puede convertirse en público y colectivo.

Acta del jurado:
https://eleco.unam.mx/storage/2025/02/acta-del-jurado.pdf
La recta final de esta edición del concurso Pabellón Eco estuvo conformada por diversos proyectos arquitectónicos de gran propuesta. Compartimos un poco de cada uno a continuación:

Una Visita del Campo
propuesta por el estudio ALA
Un escape al campo abierto,
a los paisajes bucólicos,
al paisaje que manifiesta energía, flujos, tiempo.
La construcción y la transformación de lo efímero.
Cultivar la virtud de contemplar sin prisa,
reflexionar sobre sus huellas,
sobre la agricultura, el monocultivo, lo natural y lo orgánico.
Sus marras,
sus cambios cromáticos,
su textura, sus aromas, sus costuras y sus hebras sueltas.
El acto de cuidar,
criar, nutrir,
cosechar y transformarse.
Una visita del campo,
como un encuentro,
como una danza que genera sujeto y objeto,
un acto de resistencia al abandono contemporáneo de cultivar,
una visita para recordar, para restaurar,
una mediación entre la ciudad y el campo,
entre la conciencia estandarizada y el espíritu.
Una visita del campo, como un nido en el pulso urbano.

Lugar Entre Espacios
propuesta por ESTUDIO ESTUDIO
El pórtico permanece constante, bajo transformaciones. Palapa costera, templo oriental, arquitectura vernácula o contemporánea: variaciones sobre un mismo tema más allá de cambios formales, tecnológicos o estéticos, sigue siendo esencial en la experiencia del habitar. Es umbral y es refugio; es el lugar entre espacios.
En su estructura convergen el recinto, la modulación de luz y sombra y la transición entre lo abierto y lo contenido. En este caso, el pórtico acentúa la condición de jardín del patio, y lo acompaña sin imponerse.
El pabellón se plantea como un espacio de estar, de encuentro, de pausa: una invariante habitable que ha perdurado a lo largo de la historia. Es una idea sembrada que busca una experiencia estética y emocional.

propuesta por Vagantes
Entendemos el pabellón como un experimento en una obra preexistente, un paisaje formado por elementos arquitectónicos y su contexto. Es un espacio apto para reflexionar acerca de lo construido por el hombre en su interacción con el ámbito natural.
El suelo es un elemento natural y en lo construido por el hombre no es solo la base sobre la cual se erige una estructura; es un elemento esencial que define la relación entre el espacio y su entorno natural. En su estado más puro, el suelo se presenta como un material transformable, susceptible de ser modificado, variando según la geografía y la topografía de cada lugar. En su estado natural —ya sea en bosques, praderas, pedregales, desiertos, playas o humedales— no solo es útil en la estabilidad de los edificios, sino también en su magistral integración paisajística.
Nuestra propuesta busca revalorar al suelo como asiento de todo lo hecho por el hombre, hasta de la arquitectura y lo utiliza como materia prima de nuestro pragmático diseño en un incipiente orden geométrico que nos permite de manera contundente modificar percepciones, usos e integración espacial con sutiles modificaciones.
La propuesta consiste en el acomodo de piedras de diferentes tamaños hasta conformar dos montículos contenidos, cuyas derramas pensadas en círculos concéntricos, cubren por completo el patio cuadrangular desde dos esquinas opuestas para lograr modificar el funcionamiento y percepción del espacio original. El acomodo y la escala de las piedras que conforman los montículos, permiten al usuario interactuar libremente con el interior del espacio y con su contexto. La textura del suelo, la sonoridad al caminar y la plástica de las piedras contribuye al cambio de atmósfera en el sitio y una nueva sensación de conexión con el exterior.
En referencia a la manera de trabajar de Goeritz “In situ”, donde, además de ser arquitecto, se desempeñó como albañil y escultor, nuestra idea se desarrolla a partir del trabajo realizado sobre la maqueta del patio del museo. Este medio nos permitió verter, mover, remover y apilar materiales en diversas formas geométricas hasta encontrar el sentido adecuado. Los montículos ubicados en las dos esquinas del patio, donde el material se acumula y gradualmente se desvanece hasta alcanzar el nivel del piso, genera cambios en la percepción y función de elementos arquitectónicos: una ventana se convierte en puerta, una estela conforma un vestíbulo y un muro delimitante es pretil de comunicación visual con el contexto.
De esta manera, nuestra intervención busca trascender la construcción de un pabellón, para convertir el suelo en un elemento activo que redefine la topografía del patio y motiva experimentar en ese espacio. Al incorporar la plasticidad y las texturas del suelo, invitamos al visitante a interactuar con el espacio, enriquecer su percepción sensorial y en simultáneo establecer una conexión profunda entre lo existente, lo natural y lo construido.
Este pabellón no plantea ser una pieza, aspira a ser una experiencia que invite a repensar la relación entre el hombre, la arquitectura, la naturaleza y el paisaje. Donde el acto de habitar se convierte en una reflexión continua sobre cómo debemos relacionamos con el entorno.

Y el resto lo hace el sol
propuesta por Ana Nuño de Buen
El Eco, como lugar, está conformado por una mezcla de características físicas e intangibles: los elementos formales que generan el recorrido que culmina en el patio, los muros que lo confinan, el entorno que lo rodea —los edificios colindantes, la jacaranda y laureles de la banqueta, los árboles del parque Sullivan—, el recorrido del sol y su efecto en las formas y materiales —sombras, color, temperatura—, así como los olores o sonidos provenientes de la calle.
Mi proyecto parte del estudio de estas características y de su capacidad de cambio a lo largo del día, para proponer una intervención que se cimienta en la experiencia del espacio; una instalación de sitio específico, que sólo tiene sentido dentro del contexto de El Eco y no es replicable fuera de él. La propuesta se suma a la secuencia espacial creada por Mathias Goeritz y la prolonga al interior del patio por medio de dos elementos arquitectónicos básicos y reconocibles: un muro y un techo. Los planos vertical y horizontal, en su forma, emplazamiento y materialidad, interactúan con los elementos formales del patio y del contexto para crear nuevas relaciones espaciales y visuales.
Adicionalmente, dos puntos específicos del patio pintados de bermellón y lila —un color cálido y uno frío— dialogan con el amarillo de la torre y los colores de los muros colindantes. La experiencia sensorial se construye a partir de luz, sombra, color y reflejos, y su transformación se da de manera continua durante el transcurso del día. A lo largo del recorrido, entre el tejido de lo nuevo y lo existente, surgen distintas instancias que invitan a la observación, imaginación y reflexión. Al dirigir la mirada del visitante hacia puntos específicos se generan momentos de contemplación sutiles y pasajeros; dentro de lo ordinario de una escena, la atención que se pone en ella la vuelve extraordinaria.