¿FUE UN SUEÑO LA MODERNIDAD?

Un umbral se abre en Guatemala, luego de una serie de eventos sociales, políticos y económicos, triunfa la Revolución de 1944, poniendo fin a un período de gobiernos liberales de corte dictatorial, el país atraviesa ese umbral e ingresa tardíamente a la modernidad. Como en un sueño que se hace realidad, la transformación incluye también innovadoras propuestas arquitectónicas y urbanas, escuelas paradigmáticas fundamentadas en principios filosóficos, una Ciudad de los Deportes, un Centro Cívico con integración de obras de la plástica, una ciudad universitaria, nuevos modelos de vivienda. Este umbral fue abierto por jóvenes profesionales como Raúl Aguilar Batres, Manuel Colom Argueta, Pelayo Llarena, Roberto Aycinena, Jorge Montes, Carlos Haeussler, Raúl Minondo y artistas como Carlos Mérida, Roberto González Goyri, Dagoberto Vásquez, Guillermo Grajeda Mena, Efraín Recinos, Margarita Azurdia, Ana María Rodas, Arnoldo Ramírez Amaya, Daniel Schafer y Luis Diaz, entre otros, quienes contribuyeron, sin dejar de cuestionar la realidad, a crear esa atmósfera de modernidad, tanto en la transformación de la ciudad como en el surgimiento de una cultura urbana contemporánea más cosmopolita.

Sin embargo, desde el punto de vista cultural, en una sociedad que para los años sesenta contaba con un índice del 90% de analfabetismo, resultaba muy complicado entender esas expresiones de profunda abstracción. Posiblemente en el Centro Cívico y al igual que en México,

dado la influencia al haber formado a algunos de los arquitectos impulsores de la modernidad, como Aycinena y Haeussler, se aplican conceptos de integración plástica para buscar establecer ese vínculo entre el ciudadano, el arquitecto y el Estado. No obstante, en el caso de Ciudad Universitaria la abstracción es profunda.

Estas transformaciones son encabezadas por un Estado, con ansias de mostrar su poder político, acompañado de una pequeña elite económica, secundada por una clase media emergente, que aspira a dejar de ser provincial. Sin embargo, este umbral de modernidad, como se verá más adelante, no será para todos y no durará mucho tiempo abierto.

Una modernidad que requiere de un modelo económico capitalista industrializado en un país eminentemente rural y feudal, es una ilusión, un sueño y no durará mucho. Las presiones y tensiones de una oligarquía que se niega a evolucionar, más intereses de mercado extractivista sobre esta pequeña república bananera, terminarían pasando factura como magistralmente quedó registrado por el pincel de Diego Rivera en su obra “Gloriosa Victoria”. El sueño termina y el umbral se cierra con la quema de las obras del poeta Luis Cardoza y Aragón en el Parque Central a cargo de hordas de la Liberación Nacional, Guatemala despierta para descubrir, al abrir sus ojos, que la desigual realidad desata una guerra que desangrará a sus hijos.