Piedra volcánica
Pablo López Luz
Enero 26 – Marzo 24, 2019
Curaduría: David Miranda

No hay ninguna lógica que pueda ser impuesta a la ciudad; la gente la hace, y es a ella, no a los edificios, a la que hay que adaptar nuestros planes.
Jane Jacobs, The death and life of great American cities, 1961.
Hace casi dos milenios hizo erupción el Xitle, a un lado del Ajusco, en la zona rural de la Ciudad de México, dejando un paisaje de roca basáltica que al pasar de los años fue amoldando su naturaleza a las condiciones que el estrato de lava sólida permitió entre sus grietas, dando paso a la creación de un extenso lugar del altiplano mexicano conocido como el Pedregal. Dicho paisaje se mantuvo intacto hasta el siglo XX, pues fue en 1945 que inició su transformación después de los proyectos de urbanización del México posrevolucionario, consecuencia del desarrollo estabilizador de la época que dio paso a la arquitectura modernista del país. La apuesta urbanista para fraccionar ese territorio se caracterizó por la transformación del paisaje pedregoso, a partir de la creación de jardines que enmarcaron las zonas residenciales, aprovechando los accidentes formales que la piedra volcánica permitía, lo que constituyó un ardid estilístico que fue referido mundialmente como emblema del modernismo en México. Los volúmenes abstractos de la arquitectura dentro de un entorno natural tan agresivo evidenciaban el inicio de una nueva era, una suerte de entendimiento liminal del espacio que a la fecha nos seduce a través de los documentos fotográficos de estos emplazamientos.

Durante tres décadas, el modelo económico que dio pie a ese proyecto urbanista basó muchas de sus acciones en la industria de la construcción, provocando la explotación desmedida del territorio y la sobre población de la ciudad, resultado de la especulación inmobiliaria y la migración de personas del interior de la República debido al centralismo económico; la mancha urbana se convirtió entonces en una especie de “cataplasma de concreto”, que ha ido infectando al territorio natural durante más de sesenta años, y el milagro mexicano —que para los economistas de los años cincuenta se centró en el desarrollo económico e industrial del país— paradójicamente marca el inicio de la crisis urbana actual de la ciudad, al no prever las consecuencias de la explotación desmedida del territorio a lo largo de los años. Lo que para una generación significó el triunfo del hombre sobre la forma agresiva de la naturaleza, constituye hoy el inicio de muchas de las contradicciones de la ocupación del territorio, que quedan representadas en las tensiones que la urbe enuncia en su forma material cuando amplía sus límites de forma continua al seguir creciendo y desafiando al paisaje natural.



Pablo López Luz (Ciudad de México, 1979) ha retratado la ciudad desde diferentes ángulos, señalando muchas de las tensiones que implica el paisaje urbano. En sus fotografías, la relación del hombre y su entorno es decisiva en la composición, aludiendo a imágenes de la historia del paisaje mexicano, actualizando las vistas y aportando nuevas lecturas del territorio, por un lado mediante un documento fotográfico del ambiente y, por otro, haciendo un guiño plástico a la historia visual que lo antecede. Parte de su trabajo ha señalado la problemática de la identidad latinoamericana como un detonante para visibilizar la noción de lo real y lo ficticio en los vestigios culturales de la sociedades contemporáneas, retomando sus aspectos ancestrales. En esta ocasión, López Luz propone para el Museo Experimental el Eco un ensayo fotográfico de diferentes lugares de la Ciudad de México, que alude a la tensión formal entre naturaleza y urbanización, centrando como eje de la narrativa visual un elemento que se ha negado a someterse a la vorágine arquitectónica de la urbe: la piedra volcánica. López Luz hace de las imágenes un documento atemporal que vincula elementos característicos de la ciudad y torna evidente lo singular de su origen, al reconocer en su selección de imágenes otros momentos de la arquitectura local que han recurrido al uso del mismo elemento y reflejan la tensión referida, consecuencia del contraste de la forma de los recursos retratados.


Con ello, López Luz nos vincula con la noción del ejercicio elemental del habitar y con los efectos de la presencia humana en el mundo. En este sentido, el intento por conquistar el Pedregal de hace más de medio siglo por los habitantes de la Ciudad de México constituye un territorio de discusión y análisis digno de reflexionarse desde el campo de las imágenes a través del arte. Paralelo a este ejercicio visual, el museo presenta una serie de documentos históricos que amplían el contexto de la investigación y que ayudan al espectador a dimensionar el linaje de la problemática citada, entre material gráfico de artistas como el Dr. Atl, David Alfaro Siqueiros, Lucas López, Arno y Bruno Brehme.
David Miranda


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Pablo López Luz (México, 1978) Realiza sus estudios de maestría en artes visuales en New York University y en el International Center of Photography, en la ciudad de Nueva York. En el año 2005, el Ayuntamiento Aultural de Madrid le otorga la beca Velázquez. Ha tenido exhibiciones en Fondation Cartier, en París, en la Galería Arróniz Arte Contemporáneo, en el Museo de Archivo Fotográfico, Museo de Arte Contemporáneo de Roma, en Sasha Wolf Gallery, en el International Center of Photography, Nueva York, Museo del Chopo, Sommerset House, Londres, Festival de Fotografía de Arles (La Roquette) Francia.
Ganador en el concurso Syngenta Photography Awards, Ganador del concurso de Fotografía Alt. + 10000, Rossiniere, Suiza. Becario de Jóvenes Creadores en el FONCA. Forma parte en diferentes colecciones como Mellon Bank Collection, Colección de Fotografía Stanislas Poniatwosky, Museo de Arte Moderno San Francisco, Colección de fotografía Lationamericana Anna Gamazo de Abelló, Colección Fundación Vergel. Colección Jacques y Natasha Gelman, Museo de Arte Moderno Mexico, Museo Carrillo Gil México.
Actualmente vive y trabaja en la Ciudad de México.

Imagen de cabecera: Pablo López Luz, Jardines del Pedregal VIII, Ciudad de Mexico, 2018.