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La otra mitad de lo arquitectónico: apuntes sobre la construcción como emoción y la emoción como experimento

Ensayo
2 octubre, 2017

En función de lo que busque, elija un país, una ciudad más o menos poblada, y una calle más o menos animada. Construya una casa. Amuéblela. Saque el mejor partido posible de su decoración y de sus alrededores. Escoja la estación y la hora. Reúna las personas adecuadas, los discos y bebidas alcohólicas más convenientes. La iluminación y la conversación serán claramente circunstanciales, como el tiempo atmosférico o sus recuerdos.
Si no ha habido ningún error en sus cálculos, la respuesta debe ser satisfactoria. (Comunique los resultados a la redacción).

Potlatch, Núm. 1, 22 de junio de 1954.

Las notas que siguen intentan recapitular y compartir ciertas ideas generadas por el grupo de trabajo del seminario “Cartografías del pensamiento situacionista”, que tuvo lugar en el Museo Experimental el Eco a lo largo del verano de 2011. En particular, aquellas resonancias entre Mathias Goeritz y algunos de los miembros fundadores de la Internacional Situacionista (IS).[1] ¿Qué tienen en común la arquitectura emocional y los planteamientos arquitectónicos de la agrupación situacionista?, ¿en qué difieren ambos programas de construcción?, ¿a qué cuestiones apuntan en la actualidad? Como veremos a lo largo de la presente reflexión, dos hilos conceptuales entretejen las respuestas a estos cuestionamientos. El primero es el estudio y la revaloración de esa “otra mitad” no funcional, sino existencial, de la arquitectura. En este sentido, Mathias Goeritz y los situacionistas Gilles Ivain, Asger Jorn, Giuseppe Pinot-Gallizio, Constant, Ralph Rumney y Guy Debord argumentaban, con distintas hipótesis, la importancia de la experiencia intangible, subjetiva y disensual de habitar los lugares y, por extensión, de transformar las ciudades “invisibles”. El segundo eje es la metodología experimental como el camino a seguir para quitar el velo a la contingencia de los efectos emotivos de la arquitectura espectacular en nuestro comportamiento, susceptibles de ser reinventados una y otra vez. Hay un tercer hilo, más anecdótico que los primeros, pero no por ello menos importante. Ni Goeritz ni los miembros de la IS fueron arquitectos profesionales que trabajaran por comisión, sino que se trataba más bien de artistas visionarios dispuestos a dedicar gran parte de su vida a realizar sus sueños.

Tanto Goeritz como los situacionistas compartían la genealogía de distintas vanguardias que nos ayuda a entender el aire de familia de sus concepciones sobre la relación entre el arte y la arquitectura, como es el caso de la influencia en ambos de dadá o la escuela de la Bauhaus. Sin embargo, el más lejano precedente compartido es la traducción arquitectónica de la Gesamtkunstwerk u obra de arte total, en la defensa de la construcción de edificaciones vivas, dinámicas y con una dimensión emotiva. En el caso de Mathias Goeritz esta concepción se materializó en el año 1953 con la construcción del Museo Experimental el Eco. La conceptualización del museo desarrollada en el Manifiesto de la arquitectura emocional, en sintonía también con el expresionismo alemán, cuestiona la severidad del arquitecto, positivista e hiperracional, aduciendo que la arquitectura, en tanto cruce de las demás artes, refleja y debe incidir en el estado espiritual del hombre en su tiempo. El Manifiesto nos lleva a recordar otro punto de convergencia entre la arquitectura emocional y el programa situacionista: la dura crítica al funcionalismo, que en ninguno de los casos se entiende como una negación, sino como una supeditación de lo funcional a lo afectivo e imaginativo, respectivamente. Mientras que para Goeritz la arquitectura en potencia producía experiencias estéticas, o despertares espirituales y de emociones verdaderas, para los situacionistas, la arquitectura, entendida en términos más programáticos, debía construir situaciones con dos objetivos. El primero, generar un corto circuito en la ciudad espectacular, alienada, sustraída al control de los urbanitas pasivos. El segundo, activar comportamientos lúdicos y liberados a la altura de la satisfacción de la voluntad de sus habitantes. Debía ser capaz de construir situaciones “reales” de desmediatización mercantil entre el individuo y el mundo, recrear la naturaleza misma de la verdad en la vida cotidiana, es decir, la creatividad con todas sus implicaciones revolucionarias, la imaginación desbocada en lugar de la razón calculadora, la producción de nosotros mismos y no de objetos que nos esclavicen. ¿Qué dirían hoy del avance de la arquitectura “espectacular” (por usar una categoría situacionista, aún a sabiendas de su incierto referente) que sin duda hace de museos, bloques de oficinas o aeropuertos construcciones estéticas mediante operaciones escultóricas a gran escala?, ¿Qué nos reflejan los juegos de espejos entre estos programas de reivindicación de esa “otra mitad” de la arquitectura, frente a los paradigmas arquitectónicos y urbanísticos de nuestra actualidad?

El programa de la construcción de situaciones, cuyo corolario sería el desvío revolucionario de la arquitectura moderna y —en última instancia— la instauración del urbanismo unitario, se configuró desde varias perspectivas que se cristalizaron en una sola con la fundación de la IS en Cosio d’Arroscia, en el verano de 1957. Para el joven Gilles Ivain, pseudónimo de Ivan Chtcheglov, quien perteneció como Debord y Michèle Bernstein a la Internacional Letrista, la arquitectura, entendida como un medio de conocimiento y un modo de acción, era una modulación que influía la realidad inscrita en la curva eterna de los deseos humanos y el progreso de su realización. Asger Jorn enjuició repetidas veces a Le Corbusier por reducir la arquitectura a un mero medio para un fin, en vez de concebirla como un fin en sí misma. A sus ojos, nuestros “marcos arquitectónicos para vivir” debían seguir una lógica artística unitaria, tan orgánica con la vida que, finalmente, incluso se desdibujaría como arte, al punto de renacer como una situación de construcción cooperativa y abierta a los deseos de los habitantes de la ciudad. Pinot-Gallizio desempeñó un papel importante no como artista, sino como defensor del derecho de los gitanos a levantar campamentos en el norte de Italia, apasionado de su cultura nómada.

Igualmente interesado en los campamentos gitanos, el artista belga Constant trabajó en el diseño de la ciudad móvil y sin fronteras Nueva Babilonia, el más ambicioso y conocido proyecto de la IS, cuyo título fue tomado de la película realizada en la URSS por Kozintsev y Trauberg en 1929 sobre la Comuna de París. De manera que el nombre de esta ciudad utópica invocaba la revolución de San Petersburgo y la de París. Los habitantes de esta urbe, idealizados por Constant como constructores liberados de ambientes cambiantes, experimentarían de modo lúdico la búsqueda de “nuevos” estados emotivos, lumínicos y olfativos, de deliberada desorientación espacial. La finalidad de Nueva Babilonia era convertir la existencia en un juego fascinante y formar poco a poco una comunidad de homo ludens. Su valor, pese a que nunca llegó a concretarse, consistió en presentar de una manera casi conmovedora, sin un ápice de cinismo, la peculiar idea situacionista de la belleza como una suma de posibilidades.

Quedan por mencionar las conceptualizaciones sobre la psicogeografía situacionista desarrolladas por el inglés Ralph Rumney, fundador a principios de los años cincuenta de la llamada Asociación Psicogeográfica de Londres, y Guy Debord, quien parece haber estado impresionado por el estudio Paris et l’agglomération parisienne (1952), de Paul Henry Chombart de Lauwe, y especialmente por sus cartografías, utilizadas con frecuencia como ilustración de la revista y de los libros de la IS. De sus referencias a esta obra de Chombart de Lauwe, hay una en particular sugestiva que despliega de manera cabal el espíritu psicogeográfico. Se trata de un mapa que detallaba todos los movimientos hechos durante un año por una estudiante que vivía en el Arrondissement 16. El itinerario traza un pequeñísimo triángulo sin desvíos, cuyos vértices están formados por la Escuela de Ciencias Políticas, su residencia y la de su profesor de piano.

En las Definiciones publicadas en el primer número de la revista Internacional Situacionista, la psicogeografía es descrita como el ámbito de estudio de los efectos precisos del medio geográfico, ordenado conscientemente o no, al actuar de manera directa sobre el comportamiento afectivo de los individuos. Llegamos así a la cuestión central del cruce de lo emocional con la investigación experimental. Como podemos leer en el artículo “Problemas preliminares a la construcción de una situación”: “La dirección realmente experimental de la actividad situacionista es el establecimiento, a partir de deseos más o menos conocidos, de un campo de actividad temporal favorable a esos deseos. Ello sólo puede traer consigo el esclarecimiento de los deseos primitivos y la aparición confusa de otros nuevos cuya raíz material será precisamente la nueva realidad”.[2]

En un mundo que privilegia lo tangible sobre lo intangible, lo duradero sobre lo instantáneo y lo sedentario sobre lo nómada, las resonancias entre la arquitectura emocional y el urbanismo unitario nos recuerdan la necesidad de incorporar nuevas dimensiones constructivas y nuevas categorías conceptuales, que nos ayuden a comprender mejor el complejo proceso mediante el cual cargamos de sentido los espacios arquitectónicos. Una ética territorial y, por ende, política, es imposible de sostener sin un desciframiento adecuado del genius loci y de la ideología espectacular de estandarización, tematización y banalización. La otra mitad de la arquitectura somos en realidad todos nosotros, quienes al activar experiencias, reflexiones, identidades, recuerdos y sentimientos, transfiguramos cada espacio en un lugar único, paradójicamente propio y compartido.

Bibliografía:
Debord, Guy, “Introduction to a Critic of Urban Geography” (1955), reimpreso en Situationist International Anthology, pp. 6. [Disponible en Internet], <www.inputpattern.com/portfolio/ text/disney_vs_debord/index.html>, [Fecha de consulta: 10 de julio de 2012].

Debord, Guy, La sociedad del espectáculo. Valencia, Pre- Textos, 1999.

Internacional Situacionista, textos íntegros de la revista Internationale Situationniste, Vol, I,II y III. Madrid, Literatura Gris, 2008.

McDonough, Tom, ed., Guy Debord and the Situationist International. Cambridge, Massachusetts, MIT, octubre de 2002.

Potlatch Internacional Letrista. Madrid, Literatura Gris, 2001.

Texto originalmente publicado en:
Arquitectura emocional, Museo Experimental el Eco, 2011. DIGAV, UNAM, 2011. pp. 12-15


La otra mitad de lo arquitectónico: apuntes sobre la construcción como emoción y la emoción como experimento
  1. La Internacional Situacionista (IS) constituyó, desde su fundación en 1957 hasta su autodisolución en 1972, una agrupación a la vez política y avant-garde integrada por filósofos, arquitectos, cineastas, poetas, urbanistas y artistas de diversos países, quienes a partir de una serie de discursos, órganos de difusión y prácticas pretendían desarrollar un programa que subvirtiera el ordenamiento social, comunicacional y urbano, a sus ojos “espectacular”, de la cultura de consumo de la posguerra. Los principales colectivos que se fusionaron para integrar la agrupación fueron el Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginista (MIBI), la Internacional Letrista (IL) y la Asociación Psicogeográfica de Londres, con antiguos miembros de la agrupación CoBrA (Copenhague, Bruselas, Amsterdam). Narrar brevemente la historia o la trayectoria que siguió esta agrupación desde el arte hacia la política no resulta en absoluto una tarea fácil si tomamos en cuenta la serie de desacuerdos internos que determinaron su porvenir, al punto de que en el año de 1961 no restaba ningún miembro del núcleo artístico original, excepto Guy Debord, quien se tomó el papel de juez tan en serio, que terminó por expulsar de manera sucesiva a una buena parte de los setenta y tantos miembros de la is procedentes de diversos países, en su mayoría europeos.
  2. AAVV: Internacional Situacionista. Textos íntegros de la revista Internationale Situationniste, vol. I. Literatura Gris, Madrid, 2008, p.12