La terquedad de las cosas
Javier M. Rodríguez
13 de mayo – 2 de agosto del 2015
Curaduría: David Miranda
Se estaba produciendo una lluvia de domingo con completa equivocación porque estábamos en martes, día de semana seco por excelencia.
;Pero con todo esto no estaba sucediendo nada: la orden de huelga de sucesos se cumplía.
Macedonio Fernández, 1973.
A principios del pasado siglo veinte, el filósofo Henri Bergson presentó el concepto de Dureé como parte de una reflexión filosófica sobre la idea de la movilidad del Ser, fuera de la lectura cuantitativa del espacio, provocando muchas críticas de sus contemporáneos quienes asumían que el tiempo no puede desligarse del espacio para su comprensión. Al liberar al Yo y al tiempo de una lectura físico-espacial, Bergson promovía una mirada introspectiva —que la visión del positivismo cientista no contemplaba hasta entonces—, y consideraba que el tránsito del hombre por el mundo tiene más aspectos además de los que competen a su corporeidad, asumiendo que en la narrativa del mismo, no debe confundirse la sucesión contada de la sucesión vivida. La intuición de la duración implica entonces, un concepto de gran complejidad que abarcaba no sólo una nueva noción de tiempo sino toda una teoría sobre la conciencia, la percepción, la memoria e incluso la sociedad.
Años después de esta disertación, Maurice Merleau-Ponty aseguraría que cuando Bergson explica largamente que no puede expresar la vivencia, esboza una teoría de un lenguaje encantador y metafórico que le da argumentos al lector, y que, a través de imágenes multiplicadas, lo instala en el centro de una intuición filosófica. En este caso Merleau-Ponty propone reemplazar la intuición por la percepción, intercambiando a la coincidencia mística de las cosas por una verdadera conciencia de ellas, y por consiguiente, al lenguaje metafórico y poético por un discurso crítico y analítico.
Curiosamente el concepto de Dureé, puede ser interpretado desde la construcción cinematográfica; éste permite derivas narrativas en los personajes dentro de una historia general y amplía el tiempo de los sucesos como situaciones múltiples de conciencia. Este hecho es identificado como analepsis o flashback. La interpretación del concepto de Dureé puede darse desde el soporte cinematográfico, ya que Bergson define la relación de identidad entre conciencia y duración, proponiendo que la duración es «la forma que toma la sucesión de nuestros estados de conciencia cuando nuestro Yo se deja vivir».
Javier M. Rodríguez (Guadalajara, Jalisco, 1980) es un artista que ha desarrollado una plataforma de producción a partir de identificar las fisuras conceptuales de las normas científicas que ordenan al mundo como material de especulación poética. Consistente en la lectura de sus preocupaciones, apunta a la ineficiencia de la concepción contemporánea de futuro y genera espacios de reflexión, inspirados en meditar sobre la lógica de percepción del mundo material y sus absurdos.
En esta ocasión Rodríguez propone para el Museo Experimental el Eco: La terquedad de las cosas. Inspirado en las especulaciones del concepto de Dureé mediante la acción de videograbar distintas áreas del museo y sus alrededores, el artista proyecta distintas miradas en y del sitio, generando en el espectador una suerte de analepsis de lo que acaba de experimentar en la calle, antes de llegar a la sala Daniel Mont, donde se presenta esta obra.
Rodríguez altera la documentación y el registro del espacio al manipularlo en la edición, le otorga una calidad de relato diverso en relación al tiempo transcurrido. Inscribe su trabajo en la discusión sobre las ideas de duración y simultaneidad como conciencia de la experiencia del mundo. A partir de la instalación de sus videos y fotogramas en la arquitectura de El Eco, amplía los dispositivos de percepción del lugar. Todo ello como una respuesta a la idea convencional del tiempo, basada en la superposición de conceptos espaciales. ¿Qué sucede si entendemos al espacio en términos temporales? —se pregunta Rodríguez— El resultado es un diálogo abierto con la arquitectura emocional de Mathías Goeritz, que nos reconcilia con la naturaleza del tiempo desde un lugar personal, libre y experiencial.
David Miranda
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Javier M. Rodríguez (Guadalajara, México, 1980) ha expuesto de manera individual en el Museo de Arte de Zapopan (2013) y en Haus der Kunst (HDK Proyectos), Puerto Vallarta (2012). Fue acreedor de la beca Jóvenes Creadores del FONCA durante el 2009-2010.
Considerar el orden como una ilusión y lo medible como una ficción ha permitido que Javier M. Rodríguez cuestione la forma en que el mundo es entendido en base a la construcción de límites. A partir de este escenario, el artista resalta las zonas borrosas entre estos lindes y desdibuja fronteras entre las diferentes disciplinas con las que se compone su obra, que incluyen escultura, fotografía, dibujo e instalación. De manera reciente, su práctica se ha extendido hacia la producción de video-instalación multicanal.